IHace apenas un siglo, los jóvenes que salían del servicio militar obtenían la conversión de su certificado militar, de color verde, en un permiso de conducir civil, de color rosa. Para frenar el aumento de los accidentes de tráfico, este último fue introducido por el decreto del 31 de diciembre de 1922 conocido como “código de circulación” : los requisitos y pruebas fueron significativamente reforzados en comparación con los del “certificado de capacidad” instituido en 1899.
Un decreto publicado el 27 de octubre de 1923 define la formación y las evaluaciones que permiten al personal militar, incluidos los reclutas, obtener el “certificado de capacidad para conducir vehículos militares”. Este mismo texto estableció la posibilidad de que la “liberación del titular” solicite al prefecto la expedición del permiso civil por equivalencia. La conversión de “verde” a “rosa” también se aplicó a los términos (categorías y tipos de vehículos, incluidos los vehículos de transporte de pasajeros).
Para el ejército, estas disposiciones tenían la ventaja de animar a los reclutas a implicarse en la conducción y, al continuar esta práctica en la vida civil, crear una reserva de conductores en caso de movilización. Para la industria automovilística francesa, participan en una democratización del “coche” (y durante mucho tiempo de su masculinidad, sólo los jóvenes que realizan el servicio militar).
Para las empresas de transporte, y para la economía en su conjunto, los conductores jóvenes formados por el ejército también constituyeron una fuente de mano de obra. Este fondo creció numéricamente a medida que las necesidades del ejército se cruzaban con el número de vehículos de combate y el transporte de equipo y tropas. Este sistema ha persistido a pesar de múltiples reformas en materia de licencias, en particular la de 1954, que sienta las bases de las principales categorías actuales (la licencia de automóvil B y las licencias profesionales C para mercancías, D para el transporte de más de ocho pasajeros).
Oportunidad profesional
Durante siete décadas, obtener el “permiso militar” constituyó para generaciones de reclutas una promesa clave del servicio militar. A principios de los años 90, alrededor de 180.000 jóvenes obtuvieron su permiso de conducir, entre ellos varios miles de las categorías C y D. Estos tenían una validez de cinco años y eran prorrogables tras un reconocimiento médico.
Para un joven con pocas cualificaciones, un permiso para ofrecer una oportunidad profesional fácil de incorporarse a servicios públicos y empresas con condiciones sociales atractivas y escapar, desde mediados de los años 1970, de los dolores del desempleo. Así, el flujo anual de permisos D emitidos alcanzó un total de 20.000 a mediados de los años ochenta.
Te queda el 35% de este artículo por leer. El resto está reservado para suscriptores.